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Yecla
jueves, 21 noviembre, 2024
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UN AMIGO CAPUCHINO

Le resulta totalmente imposible conocer otras Sema-nas Santas porque nunca quiere dejar de presenciar la Semana Santa de Yecla

Podríamos resumir el contenido de esta ‘Crónica yeclana’ que está a punto de dar comienzo adelantando que resulta materialmente imposible ser un acérrimo entusiasta e integrante de la Semana Santa de Yecla y al mismo tiempo poder conocer en los mismos días otras Semanas Santas, a no ser que se tenga el don de la ubicuidad. Y perdonen ustedes que hoy empiece haciéndoles este descarado spoiler (es decir, “destripar o anticipar el desenlace de una historia a quienes no lo conocen”, RAE dixit y dicho sea para las personas que no se manejan en la lengua de Güiliam Chérpir), pero no quiero que por mi culpa a ningún lector se le haga tarde para empezar a comer empanadas. Aunque recuerdo que se pueden comer empanadas siempre que uno quiera porque a diferencia de los panes benditos, los panes de santo o los turrones y mazapanes, los hornos y panaderías de Yecla despachan empanadas de patata y tomate durante todo el año.

Pueden, pues, si lo desean dejar para más tarde la lectura de estas líneas y pasar a degustar el manjar más típico de estas fechas y tras apurar el último bocado y el penúltimo trago de vino pueden luego seguir hincándole el diente a esta página. (Punto y aparte, no vaya a ser que le caiga un lamparón). Y si continúa leyendo sabrá que precisamente andaba yo por la calle pensando en escribir este Jueves Santo sobre nuestras tradicionales empanadas (por favor, a quien oigan decir empanadillas le dan de mi parte un puntapié en la espinilla; y sin haberlo pensado me ha salido un pareado), cuando me crucé con un amigo con el que, hablando de que ya teníamos las procesiones a la vuelta de la esquina, me sacó a relucir que aunque le invade una loca pasión por salir cada año en la Semana Santa yeclana, no puede evitar la tentación de pensar en lo mucho que le gustaría marcharse durante estos días a visitar otras ciudades, distantes o de los alrededores, para presenciar otras Semanas Santas que le tienen maravillado y que solo conoce a través de la tele y los periódicos. Mi amigo viene de una familia de capuchinos de toda la vida. Heredó el traje de su padre, y a su vez su padre lo había heredado del abuelo y éste de antepasados más lejanos.

Todos los años se ponen la túnica y la capucha su mujer y sus dos hijas y la mayoría de sus hermanos y sobrinos. Ha pertenecido a la directiva de su Cofradía, continúa involucrándose en todos los actos y hasta empuja la carroza cuando no encuentran voluntarios. Mi amigo capuchino lleva la Semana Santa en la sangre desde antes de nacer. Por eso no falta ningún año en la Semana Santa de Yecla y por las mismas le resulta totalmente imposible ver cumplido su sueño de viajar a conocer otras Semanas Santas como él tanto quisiera porque, lógicamente, todas se celebran durante los mismos días. Aún así, mi amigo capuchino se despidió dejándome muy claro que a pesar de todo lo que me había contado nunca se ha arrepentido de no haberse movido de Yecla en Semana Santa.

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